Recibí una llamada a media noche, como quien recibe una descarga eléctrica mientras se ducha.
Busqué mi enorme coche, pese a saber que ya nada era seguro.
Me estarían vigilando, si no lo estaban haciendo ya.
No miré atrás ni una sola vez, nunca los vería.
No dudé en arrancar el cohe, hacer rugir ese enorme motor, revolucionarlo a tope.
Buscar carreteras secundarias.
Seguramente habrían puesto un elementeo de seguimiento en el coche.
Correr a oscuras es un suicidio.
Pero esperar y no hacer nada no era mejor opción.
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