La recordaba más delgada. pero el tiempo la había tratado bien.
¿Cuantos años hacía que no la veía? ¿quince? ¿veinte?
Con ella empezó todo.
Aún siendo menor que yo un par de años, me enseño a caminar por los tortuosos caminos de la depravación.
Y fui un buen alumno.
Si señor.
Nos tomamos un café, hablando del pasado, del presente, de naderias.
Dos o tres silencios incómodos, habían pasados demasiados años, si en su día sólo nos unió el sexo, pasados estos lustros...
Pagué los cafés y ella me dijo al oído, "la habitación la pago yo".
La seguí calculando los pasos, las palabras, las intenciones.
Habian pasado tantos años, que no sabía cual era su rol actual, dominante, viciosa, recatada; la vida da tantas vueltas.
Yo había aprendido algunos trucos, había ganado experiencia, deprevación y forma física, ya no era aquel politoxicómano enclenque.
Decidí no darle opción a que tomara inicativa, la tiré contra la cama y le arraqnué la ropa clavando mis ojos de fiera salvaje en sus ojos, vi el temor en los suyos, no sabía de lo que yo era capaz.
Incluso musitó algo temblororsa, yo le sonreí como sonrie el verdugo a su víctima. Le dije que no tuviera miedo, que no le iba ha hacer daño, (pobrecita, nunca pilló mi sarcasmo).
Pasadas tres horas la habitación era el escenario de una batalla campal, con muebles y vasos rotos, sabanas manchadas de sangre en el suelo, una baño inundado y dos cuerpos exhaustos dormitando sobre un viejo colchón.
Me sonrió y me dijo que el tiempo me había tratado bien.
Yo sin cambiar el semblante le pregunté si estaba preparada para el segundo asalto.
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