Imagínote dormida aún antes de que amanezca.
En una enorme cama sin somier ni estructura, un jergón anónimo, perdido en una ciudad sin nombre.
Me he despertado antes de que despunte el sol, desvelado por mis malos pensamientos.
Camino como una animal enjaulado, por entre las paredes de aquella infecta guarida.
No hace frío, no hace calor, es un limbo en sus cuatro puntos cardinales.
Me debato entre dejarte descansar después de una larga y dura velada o...
Comienzo a recorrer tus piernas levemente con las yemas de mis dedos, casi sin tocarte, para percibir tu calor, un calor que aumenta en la cara interna de tus muslos, es extraño, ese calor hacer que un escalofrío recorra mi espalma, te mueves levemente, dudo si parar, para no despertarte, pero el animal que habita en mi ya ha decidido.
Cada vez ejerzo un poco más de presión, mi vista se ha agudizado, mis sentidos están a mil, te retuerces en la cama, empiezas a lubricar, aún duermes, pero quieres despertar. Mis manos recorren todas tus formas, mi lengua entra en juego, me encanta el sabor salado, es mi desayuno preferido, tus uñas me hacen saber que ya estas despierta y que tienes más prisa que yo.
Intentas ponerte encima, en una pelea eterna donde el dolor es proporcional al placer mi corpulencia vence a tus delicadas formas.
Ahora me toca a mi morderte la espalda, la sangre mancha las sábanas, arañazos y mordiscos, desgarros de la piel.
A veces sueño que duermo y despierto, otras veces, despierto te sueño.
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