Aún hay noches que me despierto empapado de sudor, inquieto, angustiado, erecto.
No sé muy bien si son pesadillas o no, cuando sueño contigo, nuestras batallas pasadas, no se pueden denominar de otra manera.
No sé si solamente nos follamos o nos intentamos destruir.
Recuerdo aquella noche que tras varias botellas de vino y conversaciones absurdas sobre el materialismo y la existencia del alma, salté sobre ti, para callarte, ya que me ganabas en la conversación, al menos, yo te hiciera daño de otra manera.
Hiciste que mi mundo materialista, ausente de espiritualidad se tambaleara, me hiciste daño.
Así que yo quise infringirte dolor de otra manera, a la fuerza abrí tus piernas, te negabas, me costó trabajo, pero aprendí de ti a clavar las uñas, tu suave y delicada piel de la cara interna de tus muslos se desgarró, a la fuerza abrí me camino hacia mi manjar favorito, al caer y golpearte contra el suelo, tus fuerzas desistieron, mi lengua en tu clítoris hizo el resto.
Mi cara mojada completa, cuando mordía el morado botón, no sabías si gritar o gemir, yo me tomé mi tiempo, lo comenzó con placer, empezaba a convertirsete en una tortura, deseabas que te penetrara de una vez, yo también, pero quería hacerte sufrir. Me golpeabas con tus muslos en mi cabeza, me dejabas sin oír unos minutos, cuando recobré el oído, no sabía si sollozabas o gemías, no podías golpearme con las manos, agarrabas fuerte las sábanas.
Yo no pude contenerme más, salté sobre ti, mis 80 kilos te aplastaban contra la cama, yo te ahoga a conciencia, me dejaste sin habla, yo me propuse dejaste sin respiración.
Por un momento pensé en que podrías morir asfixiada, no me importó, sólo quería venganza, ganar una batalla al menos.
Calculé mal, tres días sin saber de ti o de hembra alguna tiene sus efectos, me corrí estando encima tuya, aún así no me sali y seguí erecto empujándote contra la cama, pero no pude aguantar hasta tu muerte.
Otra batalla perdida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario