miércoles, 6 de marzo de 2013

Todo se acaba cuando se acaba.

En toda locura hay momentos de lucidez.

Y pensar que yo llegué a ser como vosotros, un hombre honrado, trabajador, hipotecado...

Esperad, ¿de verdad fuí así?
¿No sería otra persona con la misma cara y el mismo nombre?
Si, debe ser eso, alguien muy parecido a mi, con mi mismo nombre y mi misma edad, es imposible que de aquellas tierras estos lodos.

Yo ya no soy un hombre al uso.
Ya no camino por estas calles como lo hace un cualquiera.

Cuando camino sobre el asfalto sé donde voy y por qué.
Ella me enseñó esto y muchas otras cosas.

He tenido infinidad de trabajos repugnates, tan repugnates como el dinero que me pagaban por ellos, para poder subsitir, de sucio motel en sucio motel, de gimnasio en gimnasio, siendo un púgil más, que nunca termina de caer, pero que no sabe pegar.

Ahora mismo me es extraño el confort de las casas, esos extraños aparatos que emiten imágenes y sonidos huecos y vacios que matan el alma.
El calor y la comida cocinada.

Soy lo más parecido a un animal salvaje que pueda caminar por vuestras calles.

Pero algún día creceré y me erguiré sobre vosotros.
Aún me queda mucho por aprender, pero mi ama ya se encarga de mi, ya se encargará de mi.

Por eso la busco desesperado por todas los rincones de esta ciudad sin alma.

Ella me liberará de las cadenas que me atan a este sinsentido que vosotros llamáis vida.
Y me engrilletará a la libertdad más preciada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario