Llevaba ya varios meses en esa ciudad, era un lugar anónimo y cómodo para vivir.
Conseguí un trabajo en el que pasaba desapercibido y no tenía que hablar con nadie, me dejaba tiempo libre para seguir esiendo golpeado, tanto dentro como fuera del ring.
Aprendía dominar mis necesidades, mi adicción a su voz.
Caminaba por esas calles con la cabeza bien alta, algo en el aire me hizo evolucionar.
Dejé de frecuentar los oscuros antros donde me escondía, aprendí a pasar desapercibido a plena luz del día, aprendía a ser transparente, me mimeticé con las calles de la ciuad, con la masa que las poblaba.
Yo era esa persona que la naturaleza recobró, haciéndolo ir a la parte más salvaje e instintiva, y que poco a poco, re-evolucionaba para volver a pisar el asfalto, ahora con otra alma.

Por que eso era para mí, pisar esas calles no era más que un pasatiempo, un entretenimiento hasta que sonara la voz de mi dueña y me hicira vovler a sus pies.
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