lunes, 4 de marzo de 2013

Llueve.

Camino por calles solitarias, llueve como hace siglos que no lo hace, con fuerza, con rabia.
Como si todo el agua del universo callera sobre mi para lavar mis pecados.

Camino, tiritando de frío, la fiebre me está empezando a hacer delirar.

Yerro en mi camino varias veces, me encuentro perdido, un reflejo de mi cara en un charco me recuerda que estoy en la calle caminando.

Alguien me agarra del brazo y encamina mis pasos.
Llegamos a un lugar que es vagamente familiar. Subimos unas escaleras y entramos a una de tantas habitaciones de motel.

Oigo el agua correr, la bañera se llena.
Noto las manos de una mujer como desnudan, tiemblo de frío.
Agotado, enfermo, derrotado.

Consigue arrastrarme hasta una bañera llena de agua humeante.
Noto como las agujas atraviesan mi piel, el calor es tal que creo que he empezado a sudar sangre.

Sus manos me enjabonan, lo noto en sueños.
Empieza a masturbarme, no puedo siquiera hacer un gesto para negarme.
Mi falo tiene vida propia, parece que no está enfermo.

El agua de la bañera empieza a caer sobre el piso del aseo.

Ha entrado en la bañera, se ha colocado sobre mi, noto como la penetro, ¿o es ella la que me absorve a mi?
No tengo feurzas para negarme, para impedirlo.

Noto el agua fria bajo mi espalda ¿cuanto tiempo lleva sobre mi?

Duermo durante horas en una cama, no sé precisar si es de día o de noche, una y otra vez noto sus manos buscando mi verga que se inyecta de sangre, como encantadora de serpierte sabe hacerla bailar, pero nunca estallar, la deja preparada para otra batalla.

¿Son tan solo horas o ya llevamos días encerrados?

Ansío el día en que recupere las fuerzas y vuelva a ser libre.

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