jueves, 7 de marzo de 2013

Mármol. Cap 1.

El tiempo pasa a ser algo tan inrelevante cuando el universo trabaja para uno mismo.

Mi mente se está volviendo clara, la pasión que fluye por mis venas es como ácido de batería.
Mis ojos, una vez fríos y distantes, ahora son serenos y potentes.

He aprendido tanto, he tenido una dueña que me ha enseñado tan bien.
He peleado en tantas batallas, que los golpes de los humanos no han sido más que caricias.

He aprendido tanto.
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Espero bajo la lluvia, es una esquina tansitada.
Nadie se sorprende al ver a un hombre parado, mojándose.

La lluvia a veces es tan purificadora.

Sólo espero una señal, la señal, la única señal.
Esa que hace que todo vuelva a empezar, que mi corazón lata con más fuerza, que mis músculos se pongan en tensión, mis sentidos se disparan y adquiero nuevos poderes.

Mi mente lo escucha todo, lo ve todo, lo sabe todo, los siente todo.
Es como si yo viviera estuviera latente a la espera de este momento.

La luz se enciende, dejo pasar unos minutos, cada segundo que estoy parado es como una aguja al rojo que atraviesa mi piel, un dolor tan placentero, que me autoinflinjo, antesala de lo que vendrá.

Subo los escalones, uno a uno, trago saliva, ese miedo que me recorre la espalda hace que mi deseo se acrecente.
La huelo, ya la huelo, incluso detrás de la puerta, ese olor a armizcle, dolor, deseo y lujuria.
Mi pecho empieza a temblar, aprieto mis puños duros y frios como el marmol.

Abro la puerta, la estancia está a oscuras, escucho música, esto es nuevo -o tal vez yo nunca antes me hubiera percatado- huele a incienso y velas.

Sobre la mesa puedo distinguir el resplandor del brillo del cuero y el metal.
Mis ojos sonrien, caigo de rodillas y me pongo a esperar.

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