miércoles, 6 de marzo de 2013

Agua caliente.

Entro en la ducha.

El agua caliente hace quue mis cicraticen comiencen a ebullir, me siento vivo, siempre me pasa cuando llego a orillas del mar.

Mi cuerpo ya no está vapuleado, me siento en forma, casi optimista, me atrevería a decir.

He vuelto a salir a correr descalzo por la arena, ya no bebo tanto, ya no me meto en peleas.

En estos días algo dentro me empieza a doler, ¿tal vez la esperanza de poder ser un nuevo yo?
Sin su veneno recorriendo cada rincón de mi.

Por eso corro, para huir de esa idea, para caminar hacia esa idea.

Todos mis sueños tienen la misma cara, el mismo cuerpo, los mismos golpes.
Necesito esa tortura, ese daño, ese dolor.

Siempre llevo encima un trozo de cuerda, por si me la cruzara de imprevisto.
A veces, cuando camino vigilante, la acaricio levemente, recordando su tacto, juego con ese trozo de soga entre mis dedos, dentro de mi bolsillo, el bulto de mi pantalón empieza  a despertar.

Aprieto los dientes y busco, y busco como nunca lo he hecho antes.

¿Como es posible que me torture de esta manera sin siquiera estar?



No hay comentarios:

Publicar un comentario