miércoles, 25 de noviembre de 2015

Su fría piel cálida.

La recordaba como una gatita con pinta de leona,... o más bien una leona con pinta de gatita.
En todo caso un gran felino con apetito como para deborarme, pero que si sabía como tratar, no dejaría de ronronear.

Esos encuentros me encantaban, pocas palabras, mucha saliva y enseguida nos sobraba toda la ropa.

Recorrer un cuerpo interminable, que vibraba a cada caricia, oirla sonreir, cada vez que le clavaba mis dientes, sendientos de fluidos.

Me encanta sentir sus preciosos muslos retorcerse entre alrededor de mi cabeza, sus gemidos me despiertan un hambre atroz.

Agotado, tras un largo rato de "pelea" más cansado de lo que suelo estar, la enfermedad, la falta de horas de sueño, la fiebre, y varios días seguidos castigandome; hacen que ya no sea esa fiera que no hace tanto era. Aún así, no dejo trabajo sin terminar.

Recorrer su fría piel me da calor, enredarme en los rizos de su piel me estremece, ver su sonrisa pedir más, y más, y más; me da la fuerza y la sed.

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