Una de mis pesadillas más recuerrentes, a la que suelo vovler cada vez que me siento sucio y miserable, es el contacto con tu piel.
Recuerdo las frías noches donde lo hacíamos todo arder.
Un par de copas de vino y una manta en el suelo. No hacía falta más.
La batalla siempre terminaba igual.
Tumbados, boca arriba, sedientos, agotados, heridos, satisfechos.
Tu piel es mi mayor veneno.
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