miércoles, 11 de diciembre de 2013

Esa pequeña muerte.

En la calle de nuevo, buscando.

No es que tenga un hambre atroz, pero a veces el frio aprieta.

Mucho tiempo exhiliado, no conozco los agujeros de hoy en día, tendré que volver a cavar mi propia tumba de nuevo.

martes, 10 de diciembre de 2013

Ese incesante martilleo.

Incesante martilleo que escucho en mi cabeza, como una maquinaria a punto de colapsar.
Un eterno crujir de resortes.

Estoy oxidado, debo de volver a la calle, a derrumbarme en todas las calles, muerto y resucitar.

Duermo recostado en un rincón, medio muerto de frío y soledad.

Me levanto antes de que arranque el sol.


Jugando con fuego más de una vez me quemé.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Sin dormir.

Forzando la máquina, como si mañana fuera a desecharla.

La realidad se deforma en la ausencia del reparador sueño, mi capacidad de discernir lo real de lo imaginario se difumina, la ensoñación es cada vez más confusa.

Recostado, sin dormir, oliendo en su pelo ese aroma tan agradable.

No consigo dormir acompañado, no consigo dormir solo.

La noche es mi enemiga, sale el sol, tampoco eso me ayuda mucho.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Pequeños placeres.

El agua hirviendo rebosa la bañera.

La música tenue, sal para curar las heridas, agua caliente, muy caliente.

Apago todas las luces, introduzco mi magullado cuerpo en ese líquido ardiente, para que mis músculos s desbloqueen, mi cabeza se olvide de las imágenes llenas de sangre y mi alma se adormezca.

A los pocos minutos, envuelto en vapor, mis ojos empiezan a llorar, expiando pecados cometidos mil veces.

Mis heridas palpitan, las de dentro y las de fuera.

Mi pequeño placer, mi lugar zen.

Algunos músculos se tensan, otros se relajan, un atisbo de sonrisa asoma por la comisura de mis labios.

Cada 24 horas 10 días.

Mucho antes de que salga el sol ya estoy golpeando al aire con mi rostro helado.

Camino a oscuras por las calles desiertas, soy yo quien despierta el alba.

Hace tiempo que morí, me estrellé dentro de un demonio negro contra un muro de hormigón, a los 5 meses resucité, ando buscando mi cuerpo y mi rostro.

Ella sigue sola, ahí fuera, devorando todo lo que se le pone a tiro.

Mi mirada fija, como el visor de un francotirador.
Concentrado en un sólo destino.

Camino despacio, firme y recto.

Mi cuerpo se moldea en el infierno lleno de hierro, de frío, de hambre y de dolor.
Mi mente renace de sus cenizas.

Mi alma moribunda sonríe.