martes, 2 de julio de 2013

Sentada.

Estaba sentada en la repisa de la ventana, era de madrugada, madrugada de verano, el calor empapaba el cuerpo.
El sudor de la lucha aún resbalaba por nuestro cuerpo, ella ofreedía sus muslos desnudos a la brisa del mar que entraba por la ventana.
Yo tumabado en el suelo, intentando arrancarle un poco de frescor al pavimento encharcado.

29 horas de lucha sin cuartel, de alguna manera había que firmar la paz, tras un diambular por la soledad durante tantas lunas, por fin, esta brillaba más que nunca.

Mi mano acariciaba su muslo, jugueteando arriba y abajo. Sin pretensiones, por el placer del contacto.

Ninguno de los dos habíamos calvado colmillos esta vez, necesitábamos otra cosa antes de desgarrar el alma a bocados, buscábamos otra cosa, la edad no perdonaba, pero el deseo tampoco.

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