Casi sin hacer ruido me puse detrás de ti, no te extraño, ni te incomodó.
Tan cerca que podía notar el calor que desprendía tu cuerpo.
Tu podías saborear el aroma que desprrendía mi piel.
Casi sin tocarnos, la electricidad fluía en el aire.
Hicistes el amago de marcharte, pero yo te agarré del brazo, fuerte, muy fuerte, como queriéndote hacer daño.
Gruñistes y me enseñastes los dientes.
Mi mirada fría se clavó en tus ojos, no me inmuté, no aflojé la presión de mis manos.
Forzajeastes, en silencio, con cara de rabia.
Entonces mis manos buscaron tus muslos bajo la falda.
Me mordistes el labio, yo tragué tu saliva,
Mi cuerpo en tensión se avalanzó sobre ti y empezó el baile.
Te penetré casi con violencia, como estabas deseosa que hiciera.
Te giré y te tumbé sobre el suelo.
Era tanto el deseo, que la saliva sabía a sangre y la piel se llenó de arañazos.